Adolescentes y violencia: hijos maltratadores.

04.12.2013 16:51

En los últimos años ha aumentado el número de denuncias de padres que sufren de malos tratos por parte de sus hijos. Los hijos maltratadores pueden ser de cualquier ámbito social, económico y cultural. Es más frecuente en familias con niveles medio o alto, y en hogares donde se ha producido una ruptura sentimental, suelen ser hijos únicos o el menor de varios hermanos con bastante diferencia de edad. Se trata de niños malcriados, rebeldes, insatisfechos, disconformes con todo, que tratan de imponer sus opiniones y lograr todo lo que desean, para lograrlo insultan, pegan, no respetan la autoridad de los padres, hasta crear un hogar sembrado por el miedo, creyéndose los dueños de la casa.

Hablamos de personas con una baja tolerancia a la frustración, se enfadan y enojan ante el más mínimo contratiempo, empezando aquí el maltrato psicológico, a través de desprecios, insultos, ridiculizando o riéndose de los padres poniéndolos en evidencia delante de otras personas, familiares, amigos o en lugares públicos. Son amables cuando desean algo de sus padres y ante la negativa ocurre este hecho.

Para llegar al maltrato físico primero se ha pasado por todas las formas de maltrato psicológico. Los niños se convierten en maltratadores a través de un proceso lento, de pequeños no se les corrige determinados comportamientos, pedir las cosas a gritos, montar escándalos cuando se les niega algo, o cuando no cumplen sus obligaciones como lavarse los dientes, ducharse, hacer la tarea, si de este modo consiguen su objetivo, los padres estarán permitiendo que su hijo se convierta en un tirano, no quiere decir que todos los niños que tienen este tipo de comportamiento sea un maltratador, pero los niños maltratadores si han tenido este tipo de conductas.
La figura más perjudicada dentro del entorno familiar es la figura femenina, las madres, las hermanas y las abuelas, son siempre la que sale peor parada. Los padres que son las víctimas, según los especialistas son los involuntarios causantes de la agresividad que tienen sus hijos.
Con una educación permisiva, los padres quieren compensar la falta de tiempo que pasan con ellos cediendo a sus caprichos, dándoles todo tipo de vienen materiales y no saben plantarse y decir no a sus continuas exigencias, de esta forma se empieza a perder autoridad y poco a poco su hijo se impone a ellos. El chantaje tipo “o” me compras... o te vas a enterar”, esto está sucediendo desde edades que sorprenden, niños con siete u ocho años. Otras veces, por miedo a perder su cariño, a sus reacciones agresivas o por temor a que cojan una rabieta los padres ceden a sus deseos, tratan continuamente de agradarles y pasar por alto sus conductas que puede ser el inicio de ser un niño agresivo.

Un hijo empieza a convertirse en maltratador a partir de peticiones caprichosas que son satisfechas por los padres, desde tempranísima edad. Continúa la construcción exitosa del mismo cuando este se da cuenta de que sus peticiones acaban siendo satisfechas. Después vendrá un estadio en el que de pedir con insistencia pasará a exigir de manera grosera, con voces, amenazas o malas formas algunos beneficios y ventajas personales y si nota que a pesar de la resistencia que pueda haber los padres acaban por ceder con tal de no oirle protestar airadamente o montar el escándalo, la consolidación del personaje está servida.

Finalmente se consagra cuando además de pedir, argumentar y exigir pasa a imponer sus exigencias y los padres no ven la forma de vetarlas o no se atreven porque le tienen miedo. Se consagra también o consolida cuando pasa al insulto o la agresión, verbal la mayor parte de los casos, y física en algunos casos como es el de las madres maltratadas, y ve que gana en sus acciones.

¿Como prevenir estas situaciones ?. Poniendo limites a los actos que tengan un comportamiento agresivo o irrespetuoso hacia sus padres. La primera vez que un niño falte al respeto a sus padres hay que corregirle y no tolerarlo. No se puede disculpar a un niño pequeño que da una patada a su madre porque está cansado. Los padres no pueden ceder a su chantaje, y ante amenazas de si no me dejas ir o si no me compras, o si no me das dinero te vas a enterar. El niño no puede mandar en la casa, son los padres los que mandan y quienes toman las decisiones familiares, se debe contar con su opinión en temas que afecten a la familia como elegir el lugar de las vacaciones, pero los padres toman las decisiones. Si los hijos no respetan los límites y se encaran o faltan al respeto los padres tienen que actuar con firmeza y que tras un mal comportamiento vendrá el castigo.

Los padres tienen que ser coherentes en sus actuaciones, no ceder ante lo que consideran inadecuado y mantener siempre el mismo criterio, el sí es el sí y el no es el no. Han de tratar a sus hijos con firmeza y con cariño.

Se aconseja una educación en torno a lo que se le llama las tres C. La primera C es coherencia, que se podría traducir como no llevarnos la contraria a nosotros mismos, tener siempre el mismo criterio. La segunda C es consistencia: el si es si y el no es no. No vale decir no ahora y dentro de cinco minutos sí. Y la tercera C es la continuidad, que significa ser coherente y consistente de forma permanente.

Como quiera que los padres tienen la tendencia a agradar a sus hijos y satisfacerles en sus caprichos tardarán en darse cuenta del error de esta acción educativa sistemáticamente practicada y cuando se dan cuenta suele ser tarde ya para reconducir la situación sin que haya guerra. Por eso los padres deberán cuanto antes tender a no complacer a sus hijos en todo o casi todo lo que pidan caprichosamente e incluso a decir “no” sin que les tiemble la voz ni el pulso ni se sientan culpables. No se puede ceder bajo chantaje, ante perretas, escándalos, amenazas, ni cuando lo que está en juego es la formación de una conciencia de lo que es justo en el pequeño, en el púber o en el adolescente.

Eso sí, hay que estar preparados para presiones frecuentes por parte de esos hijos y esperarlas. Pero esperarlas no significa ceder por sistema y de antemano. Por último, y en relación a las características de los maltratadores en el medio social, hay que destacar que uno de los rasgos significativos de estos sujetos es que la mayoría también son violentos fuera del ámbito familiar (peleas, hurtos y venta de drogas). Además, estos sujetos se relacionan con otros menores problemáticos, suelen vivir en zonas con cierto índice de delincuencia y consumen alcohol y otras drogas con mayor regularidad que los menores no maltratadores. De hecho, en relación a la ingesta de alcohol y otro tipo de drogas, en la literatura criminológica se ha considerado como una de las causas de peso de este problema la existencia de problemas de adicciones en este tipo de maltrato intrafamiliar (Garrido, 2007).

Desde el punto de vista de la intervención, la actuación encaminada al problema con las drogas también sería recomendable de cara a la obtención de resultados positivos en la evolución de este fenómeno de violencia. Ya son muchas las medidas que siguen este tipo de orientación con jóvenes delincuentes una vez llegan a conocimiento de las instituciones públicas, pero quizá un análisis individualizado donde se evalúe el peso de las conductas adictivas de estos sujetos, podría poner el énfasis de la intervención en los programas que intentan solucionar los problemas de consumo.

5.2. Las familias

Cuando se hace referencia a las familias donde ocurren malos tratos a manos de menores, son muchas las voces que mencionan los estilos educativos que reciben estos jóvenes como la principal causa del problema de violencia que protagonizan los hijos. El tipo de pautas y control de crianza que reciben estos sujetos ciertamente son inadecuadas, en ocasiones pueden evolucionar de adecuados a inadecuados a lo largo del tiempo a causa de la conducta violenta de los menores y, estas nuevas pautas educativas provocasen el mantenimiento del problema de malos tratos en el hogar. Es necesario por lo tanto que a la hora de afrontar los consejos sobre las pautas de actuación de los padres hacia los hijos se tenga en cuenta que se trata de adolescentes especialmente complicados cuyos progenitores no están totalmente carentes de habilidades parentales.

En cuanto a la existencia de otras dinámicas de violencia familiar distintas a las que ejercen los menores objeto de estudio, las teorías sobre la transmisión intergeneracional de la violencia podrían explicar, si no todas, parte de las causas que originan este fenómeno violento en los hijos. Un menor puede aprender que la violencia es aceptable para defender sus intereses y más aún en el ámbito familiar que es donde ha visto este tipo de manifestaciones con anterioridad.

Pero yendo más allá en los modelos de los que se pueden aprender las conductas y actitudes positivas hacia la violencia, no se debe olvidar que estos sujetos se relacionan con otros menores problemáticos que pueden estar influyendo notablemente en las actitudes de estos maltratadores incluso más que los padres. No debe olvidarse que, por una parte, éstos últimos justifican la violencia para defenderse a si mismos o a alguien que está siendo dañado, mientras que muchos de estos jóvenes lo hacen para obtener sus objetivos. Además, la toma en consideración del grupo de iguales suele ser más alta durante la pubertad que durante las etapas vitales anteriores.

Por último y para finalizar las consideraciones sobre las familias donde se producen malos tratos a manos de menores de edad, se debe señalar que significativamente los padres de los jóvenes agresores presentan problemas de algún tipo, aunque en la mayoría de los casos, cuando sufren problemas psicológicos estos surgieron a raíz del problema que viven con los hijos. Por este motivo, también se recomienda el apoyo a los padres en sus respectivas problemáticas, tanto si se trata de problemas provocados por los malos tratos recibidos como si se trata de problemas previos.